domingo, 1 de mayo de 2016

Demora en la atención


A veces nos encontramos pensando en algo “que se nos mete en la cabeza” sin poder dejar de darle vueltas.
Le damos vueltas y más vueltas sin añadir nada nuevo a lo que ya habíamos pensado. Decidimos no pensar más en ello pero vuelve a nuestra cabeza..... no podemos evitarlo....

¿No podemos evitarlo?

Nuestro cerebro está entrenado en atender aquello que nos llega. La atención a los pensamientos que llegan es gratificante a corto plazo. Por ello, si decidimos no atender el pensamiento, éste vuelve y lo más probable es que lo atendamos en ese momento, o en el siguiente. ¿Recordáis qué sucedía cuando el niño lloraba delante del kiosco para que su papá le comprase una chuche? El papá decía que no, el niño pataleaba y el papá se la compraba? El niño aprendía que, a veces, hay que patalear para conseguir la chuche.

Aquí la chuche es la atención. Sentirnos atendidos es agradable, por tanto la atención es recompensante.
Decidimos no atender el pensamiento, pero lo atendemos, “le compramos una chuche a nuestro cerebro” ¿Qué es lo más probable que suceda la próxima vez? Que insista, e insista, hasta que consiga su chuche....hasta que le atendamos.

¿Cómo evitarlo?

Lo más probable es que no estemos entrenados en atender nuestros pensamientos cuando queramos atenderlos y no en el resto del tiempo.
Si esto es así, cuando estemos preocupados por algo, esos pensamientos, vendrán, les atenderemos, volverán, les volveremos a atender......nos agotará la sensación de estar siempre pensando en lo mismo, preocupados por lo mismo, conscientes de que eso no soluciona el problema, pero atrapados, esperando a que pase el tiempo y “se solucione” el problema....

Primer paso: analizar el problema al que le dedico tanto tiempo pensando: qué lo ha producido, qué puedo hacer yo para mejorar la situación (si es que algo puedo hacer,) qué estoy haciendo, qué puedo pedir a otros que hagan, etc...

Segundo paso: establecer un plan de acción: cuándo voy a hacer cada una de las cosas que he decidido hacer. Escribid la fecha o momento en el que os proponéis hacer cada cosa.

Tercer paso: revisar lo que habéis escrito. ¿Tenéis la sensación de que falta algo que podéis hacer y no está puesto?. Si es que sí, aparcad el papel hasta más tarde, noche, día siguiente...

Cuarto paso: Si creéis que ya no falta nada, si ya sabéis qué es lo que está bajo vuestro control, lo que podéis hacer y lo que no podéis hacer.... ver cuándo es el siguiente movimiento o acción que habéis planificado y tomad la decisión de no pensar más en ese problema hasta dentro de …... y, aquí poneos un tiempo. Al principio poco, media hora, una hora...

Quinto paso: hasta el momento en que decidí atenderlo, cada vez que el pensamiento viene a mi cabeza me digo “Ahora no toca pensar en esto”. Y me lo digo tantas veces como venga. No luchéis para que no venga, simplemente cuando venga, no lo atendáis....”Ahora no toca”.
Al principio se comportará como el niño acostumbrado a conseguir las chuches llorando, llorará más, pataleará mas....insistirá más en que pensemos en ello. ¿Que pasará si cedemos antes del tiempo que nos hemos propuesto y le atendemos? Que aprenderá aa insistir y “patalear” más para conseguirlo.
Solo romperemos nuestro compromiso de no pensar en ello si aparece información nueva relevante sobre el problema que haga importante reflexionar sobre ello. Recordad, ha de ser nueva e importante. Si es así hacemos una nueva planificación y volvemos a empezar.

Mi recomendación es que empecéis a hacer esto con problemas pequeños, del día a día, después con problemas mas complejos. También que empecéis con demoras de la atención cortas, por ejemplo decidir que no vais a pensar en el problema, uno vez hecha la planificación, hasta dentro de media hora, una hora, después ampliad a dos, a medio día, a un día.... hasta que consigáis demorarlo cuanto queráis.
Es preferible que las metas sean fáciles de conseguir y las consigáis. Si os proponéis mucho tiempo sin atender al problema y no sois capaces, volvéis a engancharos con el pensamiento, le estáis “comprando chuches al niño que patalea” y eso no es lo que queremos enseñar a nuestro cerebro.
A veces os sorprenderéis pensando en el problema cuando os habíais propuesto no hacerlo hasta la noche. No pasa nada, es normal, es lo que veníais haciendo hasta ahora. No os riñáis por ello, seguid practicando. Cuando seáis conscientes de ello utilizar el “Ahora no toca” y dejad de atenderlo.

Al principio, cada vez que hagáis esto, os recomiendo coger un papel para escribir las respuestas a las preguntas anteriores.

Este autocontrol requiere práctica, como todo, mucha práctica. Y como toda práctica requiere empezar por lo fácil y hacerlo muchas veces.

¿Para qué sirve?

Para darle a nuestra cabeza el uso que queramos, para desatraparnos de ese comportamiento obsesivo con los problemas de la vida que nos impide ver que hay más vida que la de preocuparnos constantemente.
No es ignorar el problema, de hecho empezamos analizándolo y planificando qué vamos a hacer, es no gastar en el problema más recursos de los necesarios.

Es dejar tiempo para vivir, pensar y sentir otras cosas.


domingo, 20 de marzo de 2016

Respuestas de escape y ansiedad



-  Alguna duda sobre lo que os he comentado? - dijo el profesor en el aula
Yo tengo una, no me ha quedado muy claro lo que dijo sobre.....voy a preguntar....pero, ¿y si es una tontería y hago el ridículo?....¿y si se ríe de mí?....”

En ese momento la frecuencia de mi respiración aumenta, siento sudoración en las manos, me muevo en mi asiento, el corazón palpita fuerte.....
Y aparece la solución mágica en mi cerebro : 
- ¿Para qué vas a preguntar arriesgándote a hacer el ridículo?. Luego lo buscas o se lo preguntas a alguno de tus compañeros.

Ya me siento bien. Muy bien, se me quitan esas sensaciones tan desagradables y angustiosas, mi corazón vuelve a su ritmo, mi respiración también, me reclino en el asiento. Solucionado.

¿O no?

Eso es una respuesta de escape.

Mi cerebro ha sido recompensado por no enfrentarse al problema, ha recibido una gran “chuche”. La tranquilidad que he sentido, por decidir no preguntar ha sido muy gratificante (a corto plazo).

¿Que es lo más probable que suceda la siguiente vez?

Así, o de forma parecida, empieza nuestro cerebro a dar respuestas de escape. En todas ellas hay algo común: me producen alivio de la ansiedad al no tener que enfrentarme a lo que me había propuesto hacer.
Mañana será miedo a subir en un ascensor por si se bloquea, a cruzar un túnel conduciendo por si me quedo tirado en medio, a ir a un examen por si me quedo en blanco, a ir en autobús por si necesito ir al baño en pleno viaje, a estar a solas con mi hija por si le hago daño, a coger el coche en carretera por si me pasa algo, a cruzar un puente por si me tiro de él, a ir de caza con mis amigos por si les disparo, a hablar en público por si me quedo cortado, a no apuntarme a un curso de formación por si van a pensar que no se, a no alquilar un apartamento retirado de un centro hospitalario por si me pongo nervioso y necesito ayuda.... (estas y muchas más situaciones me contaron mis pacientes).

Las respuestas de escape se generalizan porque todas persiguen el mismo fin, evitar que lo pasemos mal sintiendo ansiedad. Al principio no es problema, con el tiempo se convierte en una incapacidad.

Una incapacidad que quiero quitarme pero que crece. ¿Por qué? Porque sigo dando respuestas de escape. Es un círculo vicioso, cuanto más escapo de enfrentarme más me dice mi cerebro "no te enfrentes, lo pasarás mal"

¿Como saber si es una respuesta de escape o un “simplemente no me apetece”?. 

En la respuesta de escape me gustaría hacerlo pero me pone nervioso hacerlo, si puedo lo evito. Me gustaría ir a la fiesta pero temo no estar a la altura, encontrarme con alguien que me cuestione, no cojo el ascensor no sea que me quede atrapado, no cruzo el puente no sea que me de por tirarme al río....
En el “no me apetece” no tengo malestar, simplemente no quiero hacerlo, no quiero ir a la fiesta, prefiero estar en casa, subo por las escaleras por hacer ejercicio pero a veces, sin más, subo en el ascensor, no cruzo el puente porque no tengo que ir al otro lado, si toca cruzarlo lo cruzo sin problema.

¿Y par evitar que vaya a más?

Cambiar de dirección. Empezar a hacer aquello que he dejado de hacer y que me gustaría seguir haciendo. Empezar por lo fácil, por los pasos que menos malestar me producen. Y seguir poco a poco. Dividir cada tarea que vaya a hacer en pequeñitos pasos fáciles y repetir cada uno dos o tres veces. Avanzar lenta y progresivamente.

Quizá tu cerebro lo tenga muy aprendido, quizá sea algo más complejo y tú solo no puedas. Si es así, busca ayuda, merecerá la pena sentirte más libre de hacer lo que quieres hacer.


TAREAS PARA EL FIN DE SEMANA

¿Os dije que “ fin de semana” es igual a “resto de vuestra vida”? Pues eso.

Haced una lista de vuestros miedos. Ordenarlos de menos a mas intensos.
Empezad por los menos intensos y divididlo en pasitos pequeños. Pasitos fáciles que ahora veáis que sois capaces de dar. Empezad a dar pasos.

Felicitaros por cada paso. Felicitaros mucho.

Seguid con el resto de vuestros miedos. Paso a paso. No deis saltos grandes. Si os equivocáis y dais un salto grande volved a empezar por donde os salía bien y seguid con pasos más cortos.


sábado, 5 de marzo de 2016

Escuchar y empatizar (II)




Cuando acompañamos a alguien que ha perdido un ser querido, cuando nos acompañan a nosotros, podemos entender, sentirnos entendidos sólo con un abrazo.

Cuando tenemos un problema podemos sentirnos entendidos por aquel al que se lo contamos, simplemente porque pone interés en entendernos y nos parece que se da cuenta de cómo y cuánto estamos sintiendo con ese problema. A veces somos conscientes de que no ha vivido lo que yo estoy viviendo y no puede saber cómo me estoy sintiendo, pero si percibo su interés, su deseo de querer entenderme realmente, ya casi me siento entendido.

Por tanto la empatía tiene mucho que ver con la disposición a querer entender, no solo con el ser capaz de entender.


Empatizar: entender lo que el otro siente, trasmitirle que lo entendemos. Hacerlo de tal forma que él se de cuenta de que lo estamos entendiendo. A veces, no hace falta ni hablar, basta con estar ahí, con un abrazo, con un gesto, con un mimo. Y él, ella, puede sentir que le entendemos.

Cuando lo hacemos con otra idea diferente a que él se siente entendido, con idea de cumplir con algo social, con un compromiso, con idea de simular que nos importa lo que nos dice, es probable que sienta que no le entendemos.

Empatizar no es dar soluciones, a veces ni las hay. No es decirle qué ha de hacer. El que empatiza no es un consejero experto que sabe qué le conviene a los demás.

El que empatiza no juzga los sentimientos del otro, los acepta.

El que empatiza atiende y entiende. Sin más. Y entender lo que el otro siente no es sinónimo de estar de acuerdo con que sienta eso. Nada tiene que ver.


Empatizar también es un regalo, como la escucha. Si algo vibra con fuerza entre dos seres humanos es cómo cada uno siente que el otro le entiende. No es fácil.

Requiere disposición auténtica, genuina, de querer empatizar de querer entender lo que el otro siente.

No hay fórmulas para empatizar. A veces le preguntamos sobre cómo se siente, lo hacemos para que, si quiere, hable de ello y si no quiere, también empatizamos entendiendo que no desea hablar. Otras veces basta con un abrazo como hacemos en el funeral del amigo que ha perdido a su ser querido.

Sabemos si estamos empatizando porque nosotros sentimos que lo hacemos y él siente que lo hemos hecho, esa es la clave.

Empatizar también es una opción. Es un regalo grande para el ser humano entender y sentirse entendido. Va en las dos direcciones.

Si escuchar y empatizar hacen tanto bien a quienes lo reciben, ¿cómo es que lo recibimos tan poco? ¿No sentís con frecuencia estar rodeados de personas a las que, siendo verdad que le importáis, les cuesta entenderos? ¿No tenéis la sensación de que muchos de vuestros sentimientos son juzgados nada más aparecer?

¿Y lo frecuente que es que os digan lo que tenéis que hacer, lo que os conviene, lo que estáis haciendo mal, lo que harían ellos en vuestro lugar, lo que se hace en estos casos.... sin antes haberse ni enterado ni interesado por cómo os sentís?

Mucho de mis pacientes me dijeron que no se sienten escuchados ni entendidos. Pocos me pidieron ayuda para aprender a escuchar y a empatizar mejor. Quizá ahí este la clave: creemos, no sólo que lo hacemos, sino que lo hacemos bien.


Tarea para el fin de semana: practica empatizar con alguien cercano. Recuerda que tu objetivo, tu idea, es entender qué siente y trasmitirle que lo entiendes. Haz solo eso, no le des consejos ni soluciones, salvo que expresamente te las pida. Por supuesto, ni lo juzgues ni lo critiques.

Te propongo que lo hagas durante cinco minutos seguidos y luego comentes la experiencia, con él-ella y con nosotros.



lunes, 22 de febrero de 2016

Escuchar y empatizar (I)


Piensa durante un momento en la persona o personas con las que más a gusto te encuentras. En esa persona con la que te agrada encontrarte, con la que estás bien, en paz.

¿Que hace de especial contigo?

Te escucha. Te atiende. Te entiende.

Uno de los regalos que más valoramos los humanos es que nos escuchen de forma auténtica, atendiéndonos, entendiéndonos, sin juzgarnos, sin cuestionarnos, sin criticarnos.

Simplemente que nos atiendan y nos entiendan.

Escuchar es atender a lo que el otro nos dice con intención de enterarnos de lo que nos dice, sin juzgar, sin interrumpir, sin cuestionar, transmitiéndole que nos estamos enterando.

Empatizar es atender a lo que el otro siente con intención de enterarnos de lo que siente, sin juzgar, sin cuestionar, transmitiéndole que entendemos lo que siente.


PARA QUÉ ESCUCHAR

Para regalarle que se sienta mejor. Escuchar es un regalo, podemos darlo o no.

Para mejorar la relación con él. Escuchar es una herramienta que ayuda a mejorar las relaciones. Podemos utilizar esa herramienta o no.

Para enterarnos de lo que nos dice. Podemos querer saber qué nos dice o no. ¿Sabías que el 80 % de lo que nos dicen no nos sirve? Bien porque ya lo sabíamos, o simplemente no nos interesa. Por tanto, esta es la razón menos útil para escuchar.


CÓMO ESCUCHAR

Disposición auténtica, genuina, de querer escuchar. Disposición física y psicológica.

Disposición física: le miramos mientras nos habla, seguimos el hilo de la conversación, a veces preguntamos para aclarar algo, otras resumimos lo que ha dicho para comprobar que nos estamos enterando.
Y lo hacemos sin cuestionar lo que dice, sin interrumpirle, sin juzgarle por lo que dice. No aconsejamos, salvo que nos pida consejo. Si no nos pide consejo, sólo lo damos después de pedirle permiso para dar nuestra opinión. Y si no la quiere, no la damos, seguimos escuchando.
Podemos orientar la conversación con preguntas sobre lo que nos está diciendo, pero él elegirá si quiere hablar de ello o no.
Hablamos de lo suyo, no de lo nuestro. Lo nuestro aquí no encaja, aunque nos apetezca mucho contarlo.
Nuestro objetivo es escucharle y hacer lo posible porque se sienta escuchado.

Disposición psicológica: en mis adentros estoy dispuesto realmente a escuchar. Quiero escuchar. He decidido hacerlo libremente y he elegido escuchar, por eso estoy escuchando. Y lo hago lo mejor que sé, a gusto, sin quejarme por estarlo haciendo, sin tener que hacerlo.
Me importa escucharle y mi disposición es auténtica en ese sentido.

¿CUÁNDO ESTAMOS ESCUCHANDO?

Cuando el otro se siente escuchado. El criterio para saber si escuchamos bien o no lo tiene el que nos habla, si no se siente escuchado, no estamos escuchando. Estaremos oyendo, estaremos recabando información, pero no estamos escuchando. Escuchamos cuando conseguimos que él, ella, se siente escuchado.

¿ES OBLIGATORIO ESCUCHAR?

No. No es obligatorio escuchar, es una opción. Cuando escuchamos bien estamos regalando algo grande para el ser humano: sentirse escuchado. Y eso nos hace importantes para él.

Las personas a las que más valoramos, las que consideramos buenos amigos, esas con las que nos gusta encontrarnos y quedar con ellas, tienen todas algo en común: nos escuchan.

¿SON MEJORES PERSONAS LAS QUE ESCUCHAN BIEN?

No. Escuchar nada tiene que ver con la moralidad. Escuchar es una herramienta útil que algunas personas han aprendido a utilizar mejor que otras. Supieron cómo hacerlo y lo practicaron más a menudo.


TAREAS PARA MEJORAR

Practicar escuchar con el objetivo de “regalarle” al otro que se sienta escuchado.

Insisto, no tenéis por qué hacerlo, pero os será útil saber hacerlo. Si sólo escucháis para obtener información o para poder contar lo vuestro después de haber estado callados un rato mientras el otro habla, así no aprenderéis a escuchar.

Para aprender a escuchar es necesario practicar la escucha como regalo.








sábado, 13 de febrero de 2016

Nuestra área de control (II): por qué trabajar dentro


¿Qué podemos hacer para que aquello que deseamos se cumpla?
Comprar todas las papeletas. Todas. Es decir, hacer todo aquello que se puede hacer. Hacer todo lo que nosotros o cualquier otro,  pueda hacer para que el deseo se cumpla.

La única forma segura de que un deseo se haga realidad, es que todo lo que pueda influir en él para que se cumpla, esté controlado.

A veces, decíamos la semana pasada, es imposible controlar todo lo que se podría hacer. A veces, como en la lotería hay papeletas que no están en venta o que no son nuestras.

Por eso trabajamos. Para aumentar probabilidades de que el deseo se pueda cumplir. Por eso traducimos el deseo a objetivos, a algo que esté bajo nuestro control.

Si yo trabajo mis objetivos (compro mis papeletas) y el deseo se cumple, objetivo conseguido, deseo satisfecho.

Si yo trabajo mis objetivos (compro mis papeletas) y el deseo no se cumple, objetivo conseguido, deseo insatisfecho.

Insisto: objetivo conseguido.

Efectivamente, he hecho aquello que elegí hacer, de entre todo lo que yo podía hacer.


VENTAJAS DE TRABAJAR EN LOS OBJETIVOS, NO EN LOS DESEOS

Al trabajar con nuestros objetivos, al trabajar con lo que controlamos, es que nos “desatascamos” de la idea de que el deseo tiene que cumplirse por el hecho de ser bueno, grande, justo, útil para mi, útil para el otro o para los demás. Merma nuestra frustración.

Al entrenarnos en buscar papeletas, las encontramos, y de ellas elegimos algunas con lo que aumentamos la probabilidad de que el deseo se haga realidad. Hacemos más probable que el deseo se cumpla.

Nos hacemos mas conscientes de que elegimos qué papeletas vamos a comprar, qué objetivos vamos a trabajar. Elegimos unas, dejamos otras. No sólo aprendemos a elegir, sino, y sobre todo: aprendemos que elegimos.

Aprendemos a movernos en el mundo de las probabilidades, el mundo real, el mundo en el que lo seguro, por mucho y bueno que sea, no se produce salvo que, sobre ello, tengamos el control absoluto y eso no lo tenemos. Aprendemos a relativizar lo que “tiene que ser así porque sí”

Elegir, decidiendo con qué objetivos vamos a trabajar, saber que nos movemos en probabilidades, sin frustracción por el resultado, nos hace mas libres. Nos sentimos más libres.

Muchas personas aprenden a felicitarse por el trabajo hecho, aunque el resultado no sea el deseado. Aprendemos a valorar más el proceso y el esfuerzo que los resultados.

Si sentimos que trabajamos en aquello que hemos elegido, si sabemos que no por ello el deseo se va a cumplir, si somos conscientes de que nuestra área de trabajo es esa, la de comprar papeletas, cuando el deseo no se cumple no nos sentimos culpables, porque asumimos que no es responsabilidad nuestra que se cumpla ya que hay más papeletas que no están a nuestro alcance. Nosotros somos responsables de nuestros objetivos, no de los objetivos de los demás. Ni del deseo. Merma nuestra culpa ante el deseo no cumplido.


COMO MEJORAR NUESTRA PRÁCTICA DENTRO DE NUESTRA ÁREA DE CONTROL.

Acostumbraos a elegir objetivos que creáis van a servir para conseguir el deseo.

Y dejad los de los demás para los demás.

Decíroslo a en voz alta o escribirlos. Esto ayuda a verlos mejor. Y si tenéis con quién compartirlo, mejor aún.

Y preguntaros después ¿esto que acabo de decir depende exclusivamente de mi?

Felicitaros por trabajar en vuestros objetivos, independientemente de que el deseo se cumpla.


A veces decimos: mi deseo es que tengamos una buena relación y entre mis objetivos están: que nos escuchemos, que nos digamos lo que nos pasa, que nos respetemos, que seamos muy importantes el uno para el otro. 
Todos están muy bien, pero todos siguen siendo deseos. 
Yo controlo escuchar yo, no controlo que escuche el otro, yo controlo decir lo que me pasa, no controlo que el otro diga lo que le pasa. Y así con el resto.

Lo que no está bajo mi control no es un objetivo, sigue siendo un deseo.

Nos suele costar aceptar que yo no controlo que el otro haga o diga lo que yo hago o digo. “Tendría que hacerlo, pues yo lo hago”
Seguimos queriendo controlar lo que no está bajo nuestra área de control.
Y eso es una gran fuente de sufrimiento.



viernes, 5 de febrero de 2016

Lo espontáneo es algo muy practicado


Imaginad que queréis aprender a tocar un instrumento musical, piano, guitarra... y buscáis un maestro para aprender. Vais a su clase, veis cómo toca, muy bien por cierto. Y vais todas las semanas a ver cómo lo hace. Todas las semanas del año, de varios años... El maestro es muy bueno, lo hace muy bien...

Después de tres, cuatro ... años viéndolo tocar el piano, ¿sabéis tocar el piano?


Es necesario practicar para aprender tocarlo. Y practicar mucho para que los dedos se muevan “de forma espontánea” por las teclas del piano.
Y en ese practicar de cada día os equivocaréis muchas veces. Equivocarse forma parte del aprendizaje.


Tendemos a pensar que lo espontáneo es algo que sale de dentro de forma “natural”, como si hubiese estado saliendo siempre así, desde que nacimos.

Lo espontáneo es algo muy practicado, lo hemos repetido muchas veces, por eso sale tal cual.

Si no practicáis aquello que queréis conseguir no habrá cambio.


Algunas reflexiones:

Es necesario practicar mucho para implementar una habilidad, sea tocar un instrumento musical, sea afrontar una crítica, recompensar de forma adecuada o “comprar papeletas” para aumentar las probabilidades de que se cumplan nuestros objetivos.

Practicar implica equivocarse. Nadie lo hace bien a la primera, ni a la segunda. Cometeréis muchos errores. Cuanto más errores cometáis, mejor, más estáis practicando.

No existe lo “natural” es un invento para vender. Lo que llamamos natural es algo que hemos entrenado mucho.


Buenos carnavales, para quienes los celebréis. ¡¡






lunes, 1 de febrero de 2016

Nuestra área de control (I): ¿Que controlo yo?


En una ocasión, sentado en un banco en la calle, un hombre lloraba mientras se quejaba:
- Ha salido el siete y yo compré el ocho....Y seguía quejándose:
- Es que ha salido el siete y yo había comprado el ocho.

Me acerqué y le pregunté qué pasaba. Le pregunté por qué lloraba y a qué se refería con que había salido el siete y que él había comprado el ocho.
Me explicó que había jugado a la lotería, comprado un décimo que acababa en siete, pero el premiado había sido el que acababa en ocho.
Le expliqué cómo funciona la lotería, le dije que lo único que nosotros controlamos es comprar una, dos o más papeletas, que nosotros no controlamos el bombo, no tenemos control sobre el bombo para que salga la bola que queremos.
No pareció quedar satisfecho y siguió llorando.

Entendí que el buen hombre tenía dos problemas, uno que no le había tocado la lotería, otro, que no entendía qué era lo que él podía y lo que no podía hacer para que le tocase la lotería. Ambos problemas, sobre todo este segundo, le estaban produciendo sufrimiento y llanto.

Sufría, sobre todo, por no ser capaz de entender qué estaba bajo su control y qué no.


Somos libres de desear lo que queramos: que nos toque la lotería, que no haya hambre en el mundo, que todo vaya bien.....

A menudo confundimos los deseos con los objetivos, entendiendo por deseo cualquier cosa que nuestra imaginación sea capaz de querer que se haga realidad. Y entendiendo por objetivo aquello que podemos hacer para aumentar la probabilidad de que el deseo se cumpla. En el caso anterior el deseo es “que nos toque la lotería”, el objetivo (aquello sobre lo que yo tengo control), “comprar una papeleta”.

El límite del deseo es la imaginación. El límite del objetivo, nuestra posibilidad y capacidad de llevarlo a cabo.

En el caso de la lotería, sólo si compramos todas las papeletas el suceso es seguro. No lo hacemos porque el coste de comprarlas todas es mayor que lo que recibimos con el premio.

Cada vez que compramos una papeleta más, aumentamos la probabilidad de que nos toque. Sólo aumentamos probabilidades. El suceso no será seguro, salvo si que las compremos todas.

¿Alguno de los aquí presentes tiene como objetivo en su vida que su hijo estudie? - suelo preguntar a los grupos de padres con los que tengo oportunidad de hablar-.
- Yo -dicen la mayoría levantando la mano-.
- Objetivo equivocado, eso es un deseo, - les respondo-.

Si queremos traducir el deseo a objetivo u objetivos, tendremos, como en el caso de la lotería, que “comprar papeletas”, es decir hacer aquello que está bajo nuestro control. Ejemplo: explicar a nuestro hijo lo importante que es estudiar, ayudarle cuando tenga dificultades, reforzarle cuando veamos que trabaja, animarle, etc...

Decidimos qué papeletas (objetivos) compramos y nos ponemos con ellos.

Pero no podemos comprar todas las “papeletas”. Algunas no están en venta, como por ejemplo: que el niño lea sus libros, que atienda en clase, que el profesor trabaje bien con el niño, que el profesor corrija bien sus exámenes, que no haya otros niños que influyan en él para que no vaya a clase.....infinidad de papeletas que no podemos comprar.

Cuando tenemos un deseo, a veces disponemos de “papeletas” (objetivos que están bajo nuestro control) que podemos “comprar” (trabajar con ellos). Cuanto más papeletas compramos, más probable es que nos toque, pero sólo más probable, no es seguro.

Y, sin embargo, ¿ cuántos padres “lloran” porque su hijo no estudia? ¿ o porque no es como les gustaría que fuese?

Lo fácil que es entender que por muy justo que sea que nos toque la lotería, no tiene por qué tocarnos. La fácil que es entender que sólo si compro todas las papeletas será seguro que me toque. Lo fácil que es entender que con una que deje sin comprar ya no es seguro que me toque. Entender que lo que hacemos cuando compramos más, es aumentar las probabilidades de que nos toque, pero, solo eso, aumentar probabilidades.

¿Por qué habría de ser diferente con el deseo de que mi hijo estudie?.

¿Porque como se trata de mi hijo tiene que ser así? ¿Porque es justo que sea así? ¿Porque es lo mejor para él?

Da igual las razones que yo tenga, da igual que sean muchas y buenas razones. Da igual que, incluso, tenga tanta razón que me la den a todos los que se lo comente. Ni la razón ni la justicia es lo que hace que los deseos se cumplan. Si así fuese ¿habría hambre en el mundo? ¿guerras?.

Los deseos solo son seguros si compramos todas las papeletas que están en la rifa.

Yo puedo desear que no haya hambre en el mundo. Un deseo maravilloso, justo, sincero, honesto, que beneficia a millones de personas. Un gran deseo. Un gran deseo que sólo será posible si yo tuviese todas la papeletas de la rifa, y no las tengo.


Una pregunta para ti que me estás leyendo ahora: 
- ¿Te has planteado como objetivo en tu vida que tu pareja o tu amigo te entienda?
- Si?
- Objetivo equivocado. Eso es un deseo.


La próxima semana hablaremos de cómo trabajar con los objetivos sin enredarnos en insistir en que nuestros deseos han de cumplirse por el mero hecho de que sean buenos, legítimos, nobles, grandes, útiles para otros....


Ahora vamos a quedarnos con unas reflexiones para esta semana:


Somos libres de desear todo lo que queramos; el deseo no tiene más límite que nuestra imaginación.

Cada vez que “compramos papeletas” (trabajamos con lo que está bajo nuestro control), aumentamos las probabilidades de que el deseo se cumpla.

Sólo aumentamos probabilidades.

Todos elegimos qué objetivos trabajamos de entre aquellos que podemos elegir.

No tenemos por qué elegirlos todos. Decidimos cuántos elegimos.

Algunas papeletas no están en venta.



sábado, 23 de enero de 2016

Recompensar a los demás. ¿Y a nosotros?

Recompensar, reforzar. Hacer, decir, dar algo agradable a otra persona, generalmente en relación con algo que ha dicho o hecho. Lo hacemos todos los días, la mayoría de las veces sin darnos cuenta. Algunas, como comentábamos la semana anterior, después de conductas que no nos gustaría que tuviesen. De ahí la importancia de elegir bien qué queremos recompensar, de hacerlo cuando el otro ha dicho, hecho, algo que nos gusta que  diga o haga.
Recompensar no es solamente dar algo monetario o económico, más bien esa no es la mejor recompensa. Recompensar es valorar, escuchar,  atender, tener en cuenta, reconocer, alabar, eso que el otro dijo o hizo. Es lo que más nos mueve.

Pensad en las personas que mejor os caen, el amigo con el que más agusto os sentís, ese que es más valorado, al que todos acuden. ¿qué hace de especial?.
Entre otras cosas os escucha, os pregunta, os atiende. Y no os castiga o riñe.

El acto de recompensar lleva un punto enorme tras el comentario de recompensa. Un punto necesario para que la recompensa no se convierta en una riña, casi siempre orientada a la perfección del otro.
-Me gusta esto que has hecho, me siento bien. (PUNTO). 
Si añado aquello de...."¿ves lo fácil que es?, si lo hicieses así todos los días no tendría que reñirte cuando no lo haces. 
Este saltarnos el punto convierte a la recompensa en un castigo, en una llamada de atención, pierde todo el efecto recompensante.

¿Y a nosotros?, ¿podemos recompensarnos, reforzarnos?
Estamos entrenados más en reñirnos que en felicitarnos. A diario nuestro diálogo interno va más con lo que nos ha quedado por hacer en el día que con lo que hemos hecho, más con lo que nos falta que con lo que tenemos, más hacia la parte de la botella medio vacía que hacia la parte de la botella medio llena. Va más hacia una perfección imposible pero que parece aumenta la producción, que hacia una estabilidad posible y valorada que aumenta la satisfacción.

Nos decimos pocas veces todo lo que hacemos bien cada día. Y nos saltamos el punto, añadimos sistemáticamente lo que "tendríamos que haber hecho"

¿Como os fue con la tarea de la semana pasada? 

Para ésta semana estad atentos a dos cosas. Una, a lo que los demás de vuestro entorno hacen o dicen que os agrada que digan o hagan. Hacérselo saber de vez en cuando.
- Me ha gustado que me hayas llamado. Gracias. (recordad: punto ¡)

Otra, estad atentos a "pillar" lo que habéis hecho bien a lo largo del día. No os durmáis ninguna noche sin haberos felicitado varias veces por varias cosas que hayáis hecho, o incluso que hayáis intentado. Felicitaros, sobre todo,  por el esfuerzo, por pequeño que sea, no solo por los resultados.

Recordad que para aprender a hacer algo hay que practicar. Nadie nace sabiendo tocar el piano.Si no practicáis otra forma de hacer, seguiréis haciendo lo que hacéis.

Y compartidlo con los vuestros, os ayudará a practicar más y mejor.

Buen finde  y buena semana a todos ¡¡


domingo, 17 de enero de 2016

Enseñando a los demás cómo queremos que nos traten


Un padre pasó con su hijo pequeño por delante de un kiosco de chuches. El niño dijo al papá:
- Quiero una chuche.
- No, que luego no cenas -dijo el padre-
- Quiero chuche, quiero chuche......repitió el niño llorando
- No, que luego no cenas, te he dicho.
- Quiero chuche, quiero chuche, quiero chuche.....ahora ya pataleando y gritando....
- Bueno, pero solo una. Y no se lo digas a tu madre....

¿Que aprendió el niño?
Que es cuestión de insistir, que a veces hay que patalear y gritar para conseguir su chuche.

 ¿Es inadecuado comprarle "chuches" a los niños? (entendiendo por "chuches" cualquier premio o regalo como reconocimiento, alabanza, valoración...)
No es inadecuado. Al contrario, es bueno para los niños que reciban "chuches" 

¿Entonces?
Nunca después de una conducta que no queremos que tengan.

Es fácil entender esto aplicado a los niños. ¿Y a nosotros?

Os voy a pedir que reflexionéis sobre cuántas "chuches" daís no solo a vuestros hijos, sino a vuestra pareja, padres, amigos, compañeros de trabajo, jefe, colaboradores después de una conducta que no os gusta que tengan.
Os voy a pedir que reflexionéis sobre como seguís enseñando a otros a que pataleen para conseguir de vosotros lo que quieren.

¿Que le diriais al padre?
Que si dice que no, se mantengan en el no. Y que si no va a ser capaz de mantenerse, que no diga que no.

Elegid una a una, situaciones en las que estáis regalando chuches después de conductas que no os gustan. Y no sigáis premiando esas conductas. Empezad por las más fáciles.

Después estad atentos a las conductas que os gustan. ¡¡Ahí sí estarán las chuches¡¡ (abrazos, risas, reconocimiento, regalos...) 

.....Pero de eso hablaremos el próximo día....

Otra reflexión. Si esto es tan evidente, ¿cómo es que o no lo vemos, o si lo vemos seguimos maleducando y maleducándo-nos?

....También para el próximo día....

Ahora: a practicar¡¡

Buena semana ¡¡¡


viernes, 15 de enero de 2016

Bienvenidos

Hola. 

Comienzo hoy, aquí, ante todos los que queráis seguirlos, una serie de consejos y reflexiones de cómo podemos vivir más en paz con nosotros mismos y de cómo podemos convivir mejor con los demás.



A menudo no es tarea fácil, aunque lo estemos haciendo todos los días.

Mi primer paso ha sido, está siendo, crear este blog con la ayuda, como siempre, de quienes saben más de ello. Gracias.

Hasta pronto, espero.

Manuel