lunes, 22 de febrero de 2016

Escuchar y empatizar (I)


Piensa durante un momento en la persona o personas con las que más a gusto te encuentras. En esa persona con la que te agrada encontrarte, con la que estás bien, en paz.

¿Que hace de especial contigo?

Te escucha. Te atiende. Te entiende.

Uno de los regalos que más valoramos los humanos es que nos escuchen de forma auténtica, atendiéndonos, entendiéndonos, sin juzgarnos, sin cuestionarnos, sin criticarnos.

Simplemente que nos atiendan y nos entiendan.

Escuchar es atender a lo que el otro nos dice con intención de enterarnos de lo que nos dice, sin juzgar, sin interrumpir, sin cuestionar, transmitiéndole que nos estamos enterando.

Empatizar es atender a lo que el otro siente con intención de enterarnos de lo que siente, sin juzgar, sin cuestionar, transmitiéndole que entendemos lo que siente.


PARA QUÉ ESCUCHAR

Para regalarle que se sienta mejor. Escuchar es un regalo, podemos darlo o no.

Para mejorar la relación con él. Escuchar es una herramienta que ayuda a mejorar las relaciones. Podemos utilizar esa herramienta o no.

Para enterarnos de lo que nos dice. Podemos querer saber qué nos dice o no. ¿Sabías que el 80 % de lo que nos dicen no nos sirve? Bien porque ya lo sabíamos, o simplemente no nos interesa. Por tanto, esta es la razón menos útil para escuchar.


CÓMO ESCUCHAR

Disposición auténtica, genuina, de querer escuchar. Disposición física y psicológica.

Disposición física: le miramos mientras nos habla, seguimos el hilo de la conversación, a veces preguntamos para aclarar algo, otras resumimos lo que ha dicho para comprobar que nos estamos enterando.
Y lo hacemos sin cuestionar lo que dice, sin interrumpirle, sin juzgarle por lo que dice. No aconsejamos, salvo que nos pida consejo. Si no nos pide consejo, sólo lo damos después de pedirle permiso para dar nuestra opinión. Y si no la quiere, no la damos, seguimos escuchando.
Podemos orientar la conversación con preguntas sobre lo que nos está diciendo, pero él elegirá si quiere hablar de ello o no.
Hablamos de lo suyo, no de lo nuestro. Lo nuestro aquí no encaja, aunque nos apetezca mucho contarlo.
Nuestro objetivo es escucharle y hacer lo posible porque se sienta escuchado.

Disposición psicológica: en mis adentros estoy dispuesto realmente a escuchar. Quiero escuchar. He decidido hacerlo libremente y he elegido escuchar, por eso estoy escuchando. Y lo hago lo mejor que sé, a gusto, sin quejarme por estarlo haciendo, sin tener que hacerlo.
Me importa escucharle y mi disposición es auténtica en ese sentido.

¿CUÁNDO ESTAMOS ESCUCHANDO?

Cuando el otro se siente escuchado. El criterio para saber si escuchamos bien o no lo tiene el que nos habla, si no se siente escuchado, no estamos escuchando. Estaremos oyendo, estaremos recabando información, pero no estamos escuchando. Escuchamos cuando conseguimos que él, ella, se siente escuchado.

¿ES OBLIGATORIO ESCUCHAR?

No. No es obligatorio escuchar, es una opción. Cuando escuchamos bien estamos regalando algo grande para el ser humano: sentirse escuchado. Y eso nos hace importantes para él.

Las personas a las que más valoramos, las que consideramos buenos amigos, esas con las que nos gusta encontrarnos y quedar con ellas, tienen todas algo en común: nos escuchan.

¿SON MEJORES PERSONAS LAS QUE ESCUCHAN BIEN?

No. Escuchar nada tiene que ver con la moralidad. Escuchar es una herramienta útil que algunas personas han aprendido a utilizar mejor que otras. Supieron cómo hacerlo y lo practicaron más a menudo.


TAREAS PARA MEJORAR

Practicar escuchar con el objetivo de “regalarle” al otro que se sienta escuchado.

Insisto, no tenéis por qué hacerlo, pero os será útil saber hacerlo. Si sólo escucháis para obtener información o para poder contar lo vuestro después de haber estado callados un rato mientras el otro habla, así no aprenderéis a escuchar.

Para aprender a escuchar es necesario practicar la escucha como regalo.








sábado, 13 de febrero de 2016

Nuestra área de control (II): por qué trabajar dentro


¿Qué podemos hacer para que aquello que deseamos se cumpla?
Comprar todas las papeletas. Todas. Es decir, hacer todo aquello que se puede hacer. Hacer todo lo que nosotros o cualquier otro,  pueda hacer para que el deseo se cumpla.

La única forma segura de que un deseo se haga realidad, es que todo lo que pueda influir en él para que se cumpla, esté controlado.

A veces, decíamos la semana pasada, es imposible controlar todo lo que se podría hacer. A veces, como en la lotería hay papeletas que no están en venta o que no son nuestras.

Por eso trabajamos. Para aumentar probabilidades de que el deseo se pueda cumplir. Por eso traducimos el deseo a objetivos, a algo que esté bajo nuestro control.

Si yo trabajo mis objetivos (compro mis papeletas) y el deseo se cumple, objetivo conseguido, deseo satisfecho.

Si yo trabajo mis objetivos (compro mis papeletas) y el deseo no se cumple, objetivo conseguido, deseo insatisfecho.

Insisto: objetivo conseguido.

Efectivamente, he hecho aquello que elegí hacer, de entre todo lo que yo podía hacer.


VENTAJAS DE TRABAJAR EN LOS OBJETIVOS, NO EN LOS DESEOS

Al trabajar con nuestros objetivos, al trabajar con lo que controlamos, es que nos “desatascamos” de la idea de que el deseo tiene que cumplirse por el hecho de ser bueno, grande, justo, útil para mi, útil para el otro o para los demás. Merma nuestra frustración.

Al entrenarnos en buscar papeletas, las encontramos, y de ellas elegimos algunas con lo que aumentamos la probabilidad de que el deseo se haga realidad. Hacemos más probable que el deseo se cumpla.

Nos hacemos mas conscientes de que elegimos qué papeletas vamos a comprar, qué objetivos vamos a trabajar. Elegimos unas, dejamos otras. No sólo aprendemos a elegir, sino, y sobre todo: aprendemos que elegimos.

Aprendemos a movernos en el mundo de las probabilidades, el mundo real, el mundo en el que lo seguro, por mucho y bueno que sea, no se produce salvo que, sobre ello, tengamos el control absoluto y eso no lo tenemos. Aprendemos a relativizar lo que “tiene que ser así porque sí”

Elegir, decidiendo con qué objetivos vamos a trabajar, saber que nos movemos en probabilidades, sin frustracción por el resultado, nos hace mas libres. Nos sentimos más libres.

Muchas personas aprenden a felicitarse por el trabajo hecho, aunque el resultado no sea el deseado. Aprendemos a valorar más el proceso y el esfuerzo que los resultados.

Si sentimos que trabajamos en aquello que hemos elegido, si sabemos que no por ello el deseo se va a cumplir, si somos conscientes de que nuestra área de trabajo es esa, la de comprar papeletas, cuando el deseo no se cumple no nos sentimos culpables, porque asumimos que no es responsabilidad nuestra que se cumpla ya que hay más papeletas que no están a nuestro alcance. Nosotros somos responsables de nuestros objetivos, no de los objetivos de los demás. Ni del deseo. Merma nuestra culpa ante el deseo no cumplido.


COMO MEJORAR NUESTRA PRÁCTICA DENTRO DE NUESTRA ÁREA DE CONTROL.

Acostumbraos a elegir objetivos que creáis van a servir para conseguir el deseo.

Y dejad los de los demás para los demás.

Decíroslo a en voz alta o escribirlos. Esto ayuda a verlos mejor. Y si tenéis con quién compartirlo, mejor aún.

Y preguntaros después ¿esto que acabo de decir depende exclusivamente de mi?

Felicitaros por trabajar en vuestros objetivos, independientemente de que el deseo se cumpla.


A veces decimos: mi deseo es que tengamos una buena relación y entre mis objetivos están: que nos escuchemos, que nos digamos lo que nos pasa, que nos respetemos, que seamos muy importantes el uno para el otro. 
Todos están muy bien, pero todos siguen siendo deseos. 
Yo controlo escuchar yo, no controlo que escuche el otro, yo controlo decir lo que me pasa, no controlo que el otro diga lo que le pasa. Y así con el resto.

Lo que no está bajo mi control no es un objetivo, sigue siendo un deseo.

Nos suele costar aceptar que yo no controlo que el otro haga o diga lo que yo hago o digo. “Tendría que hacerlo, pues yo lo hago”
Seguimos queriendo controlar lo que no está bajo nuestra área de control.
Y eso es una gran fuente de sufrimiento.



viernes, 5 de febrero de 2016

Lo espontáneo es algo muy practicado


Imaginad que queréis aprender a tocar un instrumento musical, piano, guitarra... y buscáis un maestro para aprender. Vais a su clase, veis cómo toca, muy bien por cierto. Y vais todas las semanas a ver cómo lo hace. Todas las semanas del año, de varios años... El maestro es muy bueno, lo hace muy bien...

Después de tres, cuatro ... años viéndolo tocar el piano, ¿sabéis tocar el piano?


Es necesario practicar para aprender tocarlo. Y practicar mucho para que los dedos se muevan “de forma espontánea” por las teclas del piano.
Y en ese practicar de cada día os equivocaréis muchas veces. Equivocarse forma parte del aprendizaje.


Tendemos a pensar que lo espontáneo es algo que sale de dentro de forma “natural”, como si hubiese estado saliendo siempre así, desde que nacimos.

Lo espontáneo es algo muy practicado, lo hemos repetido muchas veces, por eso sale tal cual.

Si no practicáis aquello que queréis conseguir no habrá cambio.


Algunas reflexiones:

Es necesario practicar mucho para implementar una habilidad, sea tocar un instrumento musical, sea afrontar una crítica, recompensar de forma adecuada o “comprar papeletas” para aumentar las probabilidades de que se cumplan nuestros objetivos.

Practicar implica equivocarse. Nadie lo hace bien a la primera, ni a la segunda. Cometeréis muchos errores. Cuanto más errores cometáis, mejor, más estáis practicando.

No existe lo “natural” es un invento para vender. Lo que llamamos natural es algo que hemos entrenado mucho.


Buenos carnavales, para quienes los celebréis. ¡¡






lunes, 1 de febrero de 2016

Nuestra área de control (I): ¿Que controlo yo?


En una ocasión, sentado en un banco en la calle, un hombre lloraba mientras se quejaba:
- Ha salido el siete y yo compré el ocho....Y seguía quejándose:
- Es que ha salido el siete y yo había comprado el ocho.

Me acerqué y le pregunté qué pasaba. Le pregunté por qué lloraba y a qué se refería con que había salido el siete y que él había comprado el ocho.
Me explicó que había jugado a la lotería, comprado un décimo que acababa en siete, pero el premiado había sido el que acababa en ocho.
Le expliqué cómo funciona la lotería, le dije que lo único que nosotros controlamos es comprar una, dos o más papeletas, que nosotros no controlamos el bombo, no tenemos control sobre el bombo para que salga la bola que queremos.
No pareció quedar satisfecho y siguió llorando.

Entendí que el buen hombre tenía dos problemas, uno que no le había tocado la lotería, otro, que no entendía qué era lo que él podía y lo que no podía hacer para que le tocase la lotería. Ambos problemas, sobre todo este segundo, le estaban produciendo sufrimiento y llanto.

Sufría, sobre todo, por no ser capaz de entender qué estaba bajo su control y qué no.


Somos libres de desear lo que queramos: que nos toque la lotería, que no haya hambre en el mundo, que todo vaya bien.....

A menudo confundimos los deseos con los objetivos, entendiendo por deseo cualquier cosa que nuestra imaginación sea capaz de querer que se haga realidad. Y entendiendo por objetivo aquello que podemos hacer para aumentar la probabilidad de que el deseo se cumpla. En el caso anterior el deseo es “que nos toque la lotería”, el objetivo (aquello sobre lo que yo tengo control), “comprar una papeleta”.

El límite del deseo es la imaginación. El límite del objetivo, nuestra posibilidad y capacidad de llevarlo a cabo.

En el caso de la lotería, sólo si compramos todas las papeletas el suceso es seguro. No lo hacemos porque el coste de comprarlas todas es mayor que lo que recibimos con el premio.

Cada vez que compramos una papeleta más, aumentamos la probabilidad de que nos toque. Sólo aumentamos probabilidades. El suceso no será seguro, salvo si que las compremos todas.

¿Alguno de los aquí presentes tiene como objetivo en su vida que su hijo estudie? - suelo preguntar a los grupos de padres con los que tengo oportunidad de hablar-.
- Yo -dicen la mayoría levantando la mano-.
- Objetivo equivocado, eso es un deseo, - les respondo-.

Si queremos traducir el deseo a objetivo u objetivos, tendremos, como en el caso de la lotería, que “comprar papeletas”, es decir hacer aquello que está bajo nuestro control. Ejemplo: explicar a nuestro hijo lo importante que es estudiar, ayudarle cuando tenga dificultades, reforzarle cuando veamos que trabaja, animarle, etc...

Decidimos qué papeletas (objetivos) compramos y nos ponemos con ellos.

Pero no podemos comprar todas las “papeletas”. Algunas no están en venta, como por ejemplo: que el niño lea sus libros, que atienda en clase, que el profesor trabaje bien con el niño, que el profesor corrija bien sus exámenes, que no haya otros niños que influyan en él para que no vaya a clase.....infinidad de papeletas que no podemos comprar.

Cuando tenemos un deseo, a veces disponemos de “papeletas” (objetivos que están bajo nuestro control) que podemos “comprar” (trabajar con ellos). Cuanto más papeletas compramos, más probable es que nos toque, pero sólo más probable, no es seguro.

Y, sin embargo, ¿ cuántos padres “lloran” porque su hijo no estudia? ¿ o porque no es como les gustaría que fuese?

Lo fácil que es entender que por muy justo que sea que nos toque la lotería, no tiene por qué tocarnos. La fácil que es entender que sólo si compro todas las papeletas será seguro que me toque. Lo fácil que es entender que con una que deje sin comprar ya no es seguro que me toque. Entender que lo que hacemos cuando compramos más, es aumentar las probabilidades de que nos toque, pero, solo eso, aumentar probabilidades.

¿Por qué habría de ser diferente con el deseo de que mi hijo estudie?.

¿Porque como se trata de mi hijo tiene que ser así? ¿Porque es justo que sea así? ¿Porque es lo mejor para él?

Da igual las razones que yo tenga, da igual que sean muchas y buenas razones. Da igual que, incluso, tenga tanta razón que me la den a todos los que se lo comente. Ni la razón ni la justicia es lo que hace que los deseos se cumplan. Si así fuese ¿habría hambre en el mundo? ¿guerras?.

Los deseos solo son seguros si compramos todas las papeletas que están en la rifa.

Yo puedo desear que no haya hambre en el mundo. Un deseo maravilloso, justo, sincero, honesto, que beneficia a millones de personas. Un gran deseo. Un gran deseo que sólo será posible si yo tuviese todas la papeletas de la rifa, y no las tengo.


Una pregunta para ti que me estás leyendo ahora: 
- ¿Te has planteado como objetivo en tu vida que tu pareja o tu amigo te entienda?
- Si?
- Objetivo equivocado. Eso es un deseo.


La próxima semana hablaremos de cómo trabajar con los objetivos sin enredarnos en insistir en que nuestros deseos han de cumplirse por el mero hecho de que sean buenos, legítimos, nobles, grandes, útiles para otros....


Ahora vamos a quedarnos con unas reflexiones para esta semana:


Somos libres de desear todo lo que queramos; el deseo no tiene más límite que nuestra imaginación.

Cada vez que “compramos papeletas” (trabajamos con lo que está bajo nuestro control), aumentamos las probabilidades de que el deseo se cumpla.

Sólo aumentamos probabilidades.

Todos elegimos qué objetivos trabajamos de entre aquellos que podemos elegir.

No tenemos por qué elegirlos todos. Decidimos cuántos elegimos.

Algunas papeletas no están en venta.