domingo, 23 de abril de 2017

Paz, sosiego



Un año desde la última reflexión en este blog.
Hoy quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre cómo pasamos por la vida, deprisa, despacio, ilusionados, agobiados, contentos, amargados, solos, acompañados, viviendo, soñando....

Disciplina y flexibilidad

Entrenarnos en hacer aquello que queremos hacer puede sernos de gran utilidad: autodisciplina. Nos ayudará a conseguir gran parte de lo que nos proponemos, a mejorar nuestras marcas de tiempo en la carrera, a sincronizar mejor el salto, a cumplir con más eficiencia nuestros objetivos.
Y nos hará más libres, si al igual que somos capaces de elegir nuestra autodisciplina y la cumplimos, somos también capaces de elegir abandonarla y la abandonamos.

Lo difícil es saber en qué lado estás,saber qué has elegido. Proponerte autodisciplina  y dejar de proponértela forman parte del mismo todo. 

Saber en qué lado te encuentras es algo más complicado. Moverte de un lado a otro en paz es un aún más complejo, requiere práctica. Y esa práctica requiere análisis de lo que haces, a qué responde, si es que responde a algo y por qué rechazas tantas opciones cuando eliges una.

Porque cada vez que eliges algo, rechazas otras opciones.

El equilibrio no es fácil. El termómetro de nuestro equilibrio, de nuestro sosiego, nos lo da el sentir que estamos eligiendo aquello que queremos elegir como mejor opción para ese momento y/o para los momentos futuros que imaginamos. Desde la tranquilidad de hacer eso a la tranquilidad de poder dejar de hacerlo sin que las riñas y las culpas nos aborden impulsándonos en una dirección para disminuir y mermar esas culpas.

A veces, para ayudarnos a superar el cansancio del esfuerzo que supone lo que elegimos, nos decimos, o nos dicen, que eso es lo que hay que hacer. No es lo que hay que hacer, no existe una norma universal aplicable a lo que hay que hacer en cada momento. Si nos lo creemos nos atrapa, en nuestras redes o, peor, en las nuestras y en las redes de otros.

No hemos de confundir lo que toca hacer porque lo hemos elegido, con lo que hay que hacer porque alguien dijo que eso es lo que hay que hacer.

Lo primero nos hace libres. Y nos mantiene en nuestro empeño porque somos conscientes de que lo estamos eligiendo, el esfuerzo, el cansancio, el dolor, la soledad, lo que conlleve la elección. Es nuestra elección. Y podríamos no seguir eligiendo.

Lo segundo nos atrapa en una visión de la vida pobre, sin posibilidad de cambio, en una vida de obligaciones y de frustraciones, de cansancio impuesto, de triunfos caros. Con frecuencia son otros los que pusieron la norma o los que nos hicieron creer que la norma nos afecta. Hacemos porque no hacer nos llevaría a sentirnos culpables.

No es fácil entender esta diferencia que cambia el sentido de la vida. Sin embargo,es la diferencia del sosiego, de la paz.




Tiempo y prisa

No tenemos tiempo, esto es una evidencia. Aunque, para ser más exactos, sería no tenemos tiempo para todo si el todo es mucho. Y la vida es mucho.

La prisa es una estrategia para engañar nuestra falta de tiempo, corremos como si llegásemos antes. Esto nos sirve cuando el llegar es más importante que caminar. Esa es su ventaja.

Caminar con todo el tiempo del mundo, el nuestro claro, puede que nos permita disfrutar del camino. Y, a veces, el camino vale más que el destino.

¿Cómo sabemos si vamos con más prisa de la que hace falta para ese viaje?. 

Si dejamos de ver a los lados, si solo miramos hacia ese adelante que anhelamos, entonces vamos con prisa, con demasiada prisa.

El viajero sabio se detiene y se para a observar con más calma, de paso descansa.



Entender y juzgar

Somos expertos jueces en dictaminar sentencias. “Culpable” “Menos culpable porque hay que ver lo que tiene en casa” “Inocente”....
Y añadimos con frecuencia aquello de “yo en su lugar no haría eso” “cómo puede no darse cuenta” parece mentira, con todo lo que yo he hecho por él” “no se entera” “hay que ver que es torpe” ”mira que se lo he dicho veces” "hay gente que habla sin saber"....

Llevamos el juicio a flor de piel. Cierto que nuestro cerebro necesita entender. Y quizá por ello nos vendría mejor entrenarnos en entender. En entender por la vía de entender, no por la vía fácil de sentenciar sin más, sin entender de verdad.

Entender implica de forma previa querer entender. Y hacerlo, libres de una sentencia previa sobre la que sólo colocamos los datos que nos llegan a su favor. 

Entender nace desde la ignorancia de no saber y desde la sabiduría de reconocer esa ignorancia.

Y desde el valor que damos al otro de poder ser diferente, complejo, contradictorio.

Juzgar es fácil. Y rápido. Entender es complejo, lento a veces. Juzgar nos permite tomar distancia, quedarnos aquí. Entender nos acerca, nos saca de nosotros, nos mete dentro del otro.



Sentir paz, sosiego, equilibrio es un regalo de vida que a veces tenemos. Observar qué influye en esa paz, en ese sosiego y acercarnos a ello es lo que nos podemos regalar.

Como digo siempre, practicando mejoramos.