domingo, 28 de mayo de 2017

Acompañar








Un regalo

Acompañar como regalo. Ir, estar al lado de alguien en su camino, en el camino de ese momento.

Como decía Álvaro cuando nos fue a ver mientras mi padre estaba en el hospital :
“Papá, cada vez más veo que,  en esto de la salud, lo que más hacemos es acompañar”.

Cuando algo se tuerce, nuestro equilibrio, que ya es frágil, se deteriora. Y se nos merma el valor de lo que nos hacía fuertes. Nos vemos débiles, poca cosa. Somos menos conscientes de que podemos. 

De ahí que el que alguien te acompañe, te ayude a recuperar tu fuerza. A recuperar tu valor. A recuperar tu equilibrio.


Acompañar es caminar juntos, no caminar pegados. Dejar que el aire corra, que ambos compañeros se sientan libres.

Acompañar es estar. A veces sin más: estar.

Acompañar es también una opción. Podemos no hacerlo. Podemos no darlo. Podemos, también, para nosotros, no quererlo.







Estar ahí

Me gusta cuando mi familia, mis amigos dicen “Gracias por estar ahí”. 
No por el valor que me confieren, sino por saber que sin haber hecho casi nada, les fue útil. Por confirmar el valor grande de acompañar.

Y me gusta enseñar el valor de esa acción simple: acompañar.

Y entender que lo valoren menos los que ahora menos necesitan ser acompañados porque se acoplan a su equilibrio sin más necesidad.

La mejor forma de enseñar el valor de acompañar es hacerlo. Y cuando quieres sentirte acompañado, pedirlo sin exigirlo. La dificultad en muchos casos estriba en que “exigimos” que nos acompañen porque “nosotros les hemos acompañado”, “tenemos derecho”, “para eso yo soy su..... padre/hijo/hermano/amigo/pareja”.

Recordad cuando hablábamos de la diferencia entre pedir y exigir. Y de nuestra área de control.


No es fácil a veces. Ni acompañar, ni no ser acompañado. 

Acompañar de forma prolongada, a los hijos hasta que se van a su mundo, a tu pareja hasta que uno de los dos se va o fallece, a los mayores hasta que fallecen, añade la complejidad de que hay días que te gustaría no hacerlo y has de revisar tu elección, verlo en su conjunto y volver a elegir. Lo que elijas.






La práctica

Como siempre digo, la práctica nos hace expertos. Y más libres.

Os animo a practicar elegir acompañar o no.
 A practicar acompañar. 
Y a practicar pedir ser acompañado. 

Son tres buenos regalos.


domingo, 21 de mayo de 2017

Teoría de la mente. Entender y entendernos



El cerebro

Nuestro cerebro hace las cosas por alguna razón, aunque, a veces, saber a qué responde aquello que hacemos sea difícil de averiguar. Incluso puede que no lleguemos a saberlo. Conocer por qué hacemos lo que hacemos nos ayuda a entendernos y aceptarnos.

Aproximarnos a ese conocimiento de nosotros requiere reflexión y conocimiento del cerebro en general.

Algo que nos puede servir para esta aproximación es contrastar nuestro cerebro con el de los demás, hablar entre nosotros de lo que entendemos, de lo que no entendemos, de lo que creemos que hace que actuemos de tal o cual forma.
Y comprobar así que somos bastante “normales”.



El psicólogo

Cuando, como psicólogo, estás ante alguien en una consulta dedicas tiempo y esfuerzo a entender el funcionamiento de su cerebro. No tanto a cuáles son las reacciones químicas que lo mueven, sino a enlazar su historia vital, el significado que le da a las cosas, sus creencias, sus deseos, sus necesidades, para hacerte así una idea lo más aproximada posible de su cabeza, para tener una “teoría de su mente”.
Este hacer no lleva juicios de valor, ni morales, no hay calificaciones en términos de bueno o malo.
No es para aceptarlo o rechazarlo. Es para entenderlo.

Solo nos aproxima al conocimiento de cómo es, a qué razones o experiencias responde ese ser, lo que le mueve, lo que le atrapa.

Requiere su aceptación incondicional de él- Y desde ahí trabajamos en ayudarle a ver, a entender y a, si quiere, cambiar para adaptarse mejor, tener más equilibrio.




Como amigos, como padres, como hijos, como hermanos, como compañeros de trabajo o compañeros de vida, podemos trabajar de esta forma en ese entorno inmediato que nos importa. No necesitamos grandes conocimientos del funcionamiento del cerebro humano, ni grandes aptitudes de averiguación y relación de la información que lleva dentro. Necesitamos querer hacerlo.

Todos tenemos una teoría de la mente del otro, de cada uno de los otros con los que nos relacionamos. A veces muy distante de la realidad porque nuestras interpretaciones están hechas más desde cómo debería ser que desde realmente cómo es.

Aproximarnos a saber cómo funciona el cerebro de cada persona que nos importa requiere no solamente observación y contrastar lo que vemos con lo que nosotros hacemos. Requiere sobre todo preguntar, con la intención de conocer, lo que hay en su cabeza. Lo que hay en su vida que le lleva a hacer lo que hace, decir lo que dice, pensar como piensa.... ser como es.


Algunos errores

El primero y mayor error que cometemos, error que nos aleja de este entender, es que con pocos datos ya hacemos una teoría que se aproxima más a un juicio moral que a una definición de su comportamiento. Somos atrevidos a la hora de opinar de los demás. No estamos preparados para decir “no lo entiendo”. O, al menos, no lo entiendo todavía.

El segundo gran error, es que lo que vamos observando y viendo de ese otro que decimos nos importa, lo vamos filtrando para que se ajuste a nuestra teoría inicial. Somos poco flexibles para modificar nuestras interpretaciones. No estamos preparados para encajar nuevos datos que rompan nuestra idea de su mente.

Otra error que nos dificulta este entender, es el no preguntar al otro sobre sus pensamientos, sus emociones, sobre lo que hace y no hace. Unas veces porque la prisa y las ocupaciones “no dejan hueco”, otras porque “a ver si le molesta” otras porque “a mí nadie me pregunta” y la mayoría porque “ya sé lo que me va a responder”. No estamos preparados para ver la gran rentabilidad que tiene preguntar con intención de querer saber de verdad.

Vivir en la ignorancia sobre el otro, o peor, en el error, nos llevará a más conflictos en nuestras relaciones porque le estamos hablando a alguien diferente al que cerremos que le estamos hablando. Ese otro, es, piensa, siente, hace distinto y por distintas razones a los que yo creo. A veces mi idea se aproxima, a veces ni eso. Y si no la contrasto, seguiré sin mejorar mi capacidad de conocer mejor.


Y algunos aciertos

Siempre hablo de la práctica y, si en algún sitio cabe más que en otro, es aquí.

Practicar querer entender requiere pocas cosas:
1. Querer entender,
2. Ensayar a preguntar sin juzgar,
3. Después, aceptar “su mente” y
4. Obrar en consecuencia no gastando demasiadas energías en querer cambiarle.

Casi podríamos decir, que el no entender a quienes decimos que nos importa, nace de la soberbia de creer saber suficiente.
Y del atrevimiento de creernos conocedores de las razones y emociones que mueven a los demás.

Pero no lo vamos a decir, no es mi intención provocar, es más bien acercar a ese querer entender a quien me importa.

Practicar querer entender.
Buen día a todos