A
veces nos encontramos pensando en algo “que se nos mete en la
cabeza” sin poder dejar de darle vueltas.
Le
damos vueltas y más vueltas sin añadir nada nuevo a lo que ya
habíamos pensado. Decidimos no pensar más en ello pero vuelve a
nuestra cabeza..... no podemos evitarlo....
¿No
podemos evitarlo?
Nuestro
cerebro está entrenado en atender aquello que nos llega. La atención
a los pensamientos que llegan es gratificante a corto plazo. Por
ello, si decidimos no atender el pensamiento, éste vuelve y lo más
probable es que lo atendamos en ese momento, o en el siguiente.
¿Recordáis qué sucedía cuando el niño lloraba delante del kiosco
para que su papá le comprase una chuche? El papá decía que no, el
niño pataleaba y el papá se la compraba? El niño aprendía que, a
veces, hay que patalear para conseguir la chuche.
Aquí
la chuche es la atención. Sentirnos atendidos es agradable, por
tanto la atención es recompensante.
Decidimos
no atender el pensamiento, pero lo atendemos, “le compramos una
chuche a nuestro cerebro” ¿Qué es lo más probable que suceda la
próxima vez? Que insista, e insista, hasta que consiga su
chuche....hasta que le atendamos.
¿Cómo
evitarlo?
Lo
más probable es que no estemos entrenados en atender nuestros
pensamientos cuando queramos atenderlos y no en el resto del tiempo.
Si
esto es así, cuando estemos preocupados por algo, esos pensamientos,
vendrán, les atenderemos, volverán, les volveremos a
atender......nos agotará la sensación de estar siempre pensando en
lo mismo, preocupados por lo mismo, conscientes de que eso no
soluciona el problema, pero atrapados, esperando a que pase el
tiempo y “se solucione” el problema....
Primer
paso: analizar el problema al que le dedico tanto
tiempo pensando: qué lo ha producido, qué puedo hacer yo para
mejorar la situación (si es que algo puedo hacer,) qué estoy
haciendo, qué puedo pedir a otros que hagan, etc...
Segundo
paso: establecer un plan de acción: cuándo voy a hacer cada
una de las cosas que he decidido hacer. Escribid la fecha o momento
en el que os proponéis hacer cada cosa.
Tercer
paso: revisar lo que habéis escrito. ¿Tenéis la sensación
de que falta algo que podéis hacer y no está puesto?. Si es que sí,
aparcad el papel hasta más tarde, noche, día siguiente...
Cuarto
paso: Si creéis que ya no falta nada, si ya sabéis qué es lo que
está bajo vuestro control, lo que podéis hacer y lo que no podéis
hacer.... ver cuándo es el siguiente movimiento o acción que habéis
planificado y tomad la decisión de no pensar más en ese problema
hasta dentro de …... y, aquí poneos un tiempo. Al principio
poco, media hora, una hora...
Quinto
paso: hasta el momento en que decidí atenderlo, cada vez que el
pensamiento viene a mi cabeza me digo “Ahora no toca pensar en
esto”. Y me lo digo tantas veces como venga. No luchéis para
que no venga, simplemente cuando venga, no lo atendáis....”Ahora
no toca”.
Al
principio se comportará como el niño acostumbrado a conseguir las
chuches llorando, llorará más, pataleará mas....insistirá más en
que pensemos en ello. ¿Que pasará si cedemos antes del tiempo que
nos hemos propuesto y le atendemos? Que aprenderá aa insistir y
“patalear” más para conseguirlo.
Solo
romperemos nuestro compromiso de no pensar en ello si aparece
información nueva relevante sobre el problema que haga importante
reflexionar sobre ello. Recordad, ha de ser nueva e importante. Si es
así hacemos una nueva planificación y volvemos a empezar.
Mi
recomendación es que empecéis a hacer esto con problemas pequeños,
del día a día, después con problemas mas complejos. También que
empecéis con demoras de la atención cortas, por ejemplo decidir que
no vais a pensar en el problema, uno vez hecha la planificación,
hasta dentro de media hora, una hora, después ampliad a dos, a medio
día, a un día.... hasta que consigáis demorarlo cuanto queráis.
Es
preferible que las metas sean fáciles de conseguir y las consigáis.
Si os proponéis mucho tiempo sin atender al problema y no sois
capaces, volvéis a engancharos con el pensamiento, le estáis
“comprando chuches al niño que patalea” y eso no es lo que
queremos enseñar a nuestro cerebro.
A
veces os sorprenderéis pensando en el problema cuando os habíais
propuesto no hacerlo hasta la noche. No pasa nada, es normal, es lo
que veníais haciendo hasta ahora. No os riñáis por ello, seguid
practicando. Cuando seáis conscientes de ello utilizar el “Ahora
no toca” y dejad de atenderlo.
Al
principio, cada vez que hagáis esto, os recomiendo coger un papel
para escribir las respuestas a las preguntas anteriores.
Este
autocontrol requiere práctica, como todo, mucha práctica. Y
como toda práctica requiere empezar por lo fácil y hacerlo
muchas veces.
¿Para
qué sirve?
Para
darle a nuestra cabeza el uso que queramos, para desatraparnos
de ese comportamiento obsesivo con los problemas de la vida que nos
impide ver que hay más vida que la de preocuparnos constantemente.
No
es ignorar el problema, de hecho empezamos analizándolo y
planificando qué vamos a hacer, es no gastar en el problema más
recursos de los necesarios.
Es
dejar tiempo para vivir, pensar y sentir otras
cosas.
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