Tener
un plan es fundamental para poder avanzar de acuerdo a como queremos
(o decimos que queremos) hacerlo. A veces queremos, pero solo
queremos, y sin plan podemos acabar en cualquier parte…. Incluso en
el punto de partida.
De
ahí lo de “ponernos a plan”, aunque eso se emplee casi
únicamente para hacer una dieta de adelgazamiento.
HACIA
DÓNDE (B)
Un
plan requiere reflexionar sobre a dónde queremos llegar, definir
bien nuestra meta, Cuantificarla. Y definir también cómo vamos a
saber que hemos llegado. Estamos en A y queremos ir a B.
Ejemplo:
quiero llegar a pesar 70 kg. Mi
“B” será “pesar 70 kg”.
Ya
tengo cuantificada mi meta, pero ¿cómo
voy a saber que lo he conseguido? ¿cómo
voy a saber que ya estoy en B, en 70 kg?. “Pues
cuando
me suba a la báscula y marque 70 kg o menos”
Otras
veces no somos tan concretos. Ejemplo:
quiero cabrearme menos. ¿Cuál
es mi “B”, mi meta exactamente? ¿Y
cómo voy a saber que me cabreo menos?
“Pues
porque estaré menos disgustado”.
En
este caso no está definido bien el “cabreo”. Tendría que
decirme qué es para mí un cabreo. ¿Es
dar
voces?, ¿sentirme
mal por dentro?, ¿reñir?,
¿negar
mi afecto?
Tampoco está definido cuánto menos me
voy a cabrear.
¿Una
vez menos al día, a la semana, sólo en el trabajo…? Y tampoco el
cómo sabré si he conseguido mi objetivo. ¿Porque
le pregunto a los de mi entorno, porque llevo un registro en las
notas del móvil o en una libreta, porque
a mí me lo parece?
La
mayor parte de nuestros fracasos en los propósitos que nos hacemos a
diario, (y
ahora, al
comienzo del año nos solemos hacer muchos),
es porque no concretamos de forma clara y
precisa lo que queremos exactamente, cómo vamos a saber que lo hemos
conseguido. Nos movemos con frecuencia en metas, destinos, deseos, "B" difusos.
DESDE
DÓNDE (A)
A
veces, teniendo claro y bien definido lo que queremos conseguir y
cómo sabremos que lo hemos conseguido, (B,
nuestra meta) no
hemos reflexionado sobre los recursos de los que partimos, los
recursos
que tenemos para conseguir lo que queremos (A,
o nuestro punto de partida). Sabemos a dónde vamos, pero no
conocemos bien de dónde partimos.
Ejemplo:
voy a escuchar a mis hijos cada vez que me hablen o pidan ayuda.
Sabré si lo estoy haciendo porque voy a pedirle a ellos que me digan
si alguna vez no se sienten escuchados. Hasta ahí bien
definido “B”, mi meta.
Pero, ¿qué
es lo que hago habitualmente? ¿qué
hago cuando estoy viendo una película o un programa de TV y vienen a
hablarme? ¿qué
hago por las mañanas cuando me preguntan camino del colegio?
Quizá,
si soy una persona que habitualmente escucha poco, bien porque estoy
con mis cosas, bien por la prisas, sea interesante que reflexione
sobre si eso que me propongo es realista. Quizá
sea
un salto demasiado grande para empezar. Quizá
“no tengo recursos” como para hacer tanto de golpe. Entonces he
de proponerme
menos. Mucho
menos.
¿Habéis
visto las mesas de algunos despachos llenas de documentos que no
acaban de resolverse,
con alguien detrás de ellas proponiéndose todos los días
resolverlo?
¿Os
habéis fijado en
esas mamás y en
esos papás dando voces a sus hijos para que obedezcan? ¿Y
en esas personas
a
las que
cuando les preguntáis cómo les va, lo que más os cuentan es todo
lo que les queda por hacer de todo lo que tienen
hacer? ¿Cuántas
personas dicen de sí mismas todos los días “soy un desastre”?
¿Cuántas otras “no consigo nada”?
Angustioso,
verdad….?
Pues
así en esa angustia viven infinidad de personas todos los días. Así
consumen su vida. Queriendo más de lo que sus recursos son capaces
de producir. Y cuando se lo dices, o si
leen esto responden “Pero
yo si puedo conseguirlo, de hecho antes lo hacia” o
“No sólo puedo sino que tengo que hacerlo”.
Si,
claro, pero tus recursos son limitados,
ahora quizá más limitados,
y tienes más objetivos en la vida en la que repartirlos. ¿O
estar sentado en paz, al lado de la persona que está decidiendo
compartir su vida contigo no es un objetivo?
No
les cabe un quiero / no quiero hacerlo, viven continuamente bajo la
presión del “tengo que” hacerlo.
Difícil
que se paren a pensar. ¿Por
qué?. Porque pararse a pensar en ello podría suponer el principio
de un cambio y nos cuesta cambiar. Hasta para mejorar. En
mi experiencia en la consulta la primera parte de cualquier
tratamiento es que la persona que lo necesite lo busque.
Y
vaya a la consulta.
EL
CAMINO (C)
A
veces, teniendo claro a dónde queremos llegar, habiendo definido
bien cuando y cómo sabremos que hemos llegado, habiendo incluso
valorado bien nuestras fuerzas, nuestros recursos disponibles, nos
falta haber reflexionado sobre qué camino vamos a recorrer, si hay
varios cuál de ellos vamos a elegir, el tiempo que nos va a costar,
los pasos que vamos a dar, cuáles van a ser esos primeros pasos.
Conocemos de dónde partimos (A), sabemos exactamente a dónde
queremos ir (B), pero no hemos valorado el camino a seguir (C) o
posibles caminos.
Y
nos ponemos a caminar con rumbo pero sin camino, con meta y con
recursos, pero sin una plan que nos permita dar pasitos primero,
saltos después.
Y
abandonamos.
En
el
ejemplo anterior, el
de escuchar a mis hijos, puedo elegir
un camino de escucha progresiva, proponerme
que la primera semana voy a dedicarle un día a estar más atento en
la escucha,
anotando cuántas veces lo he conseguido, en la segunda semana voy a
dedicarle dos días, tres...
FELICITARME
POR ELLO
Y
si ya tenemos el plan solo nos falta una cosa más. Felicitarnos. Eso
es lo primero nada
más hacer el plan,
felicitarnos por tener el plan. Mañana felicitarnos
también por
dar ese pasito cortito, después por los siguientes pasos.
Y
si dejamos de cumplir nuestro plan, analicemoslo, quizá era
demasiado ambicioso, quizá hemos cambiado de objetivo, quizá
simplemente queremos abandonar porque es más cómodo. Nosotros lo
sabremos. Y
obraremos en
consecuencia.
Cuanto
más nos felicitemos, más probable es que sigamos, Cuanto más nos
riñamos, más probable es que reventemos en el intento. Por eso es
tan importante empezar por pasitos cortos, tan cortos que nos resulte
muy fácil empezar a darlos. Y dejar de reñirnos.
¿No
te pasa a veces que parece que llevas al enemigo dentro? Una parte de
ti ha aprendido a funcionar porque te riñes. Te riñes por lo que
dejas de hacer, te riñes por lo que has hecho regular, te riñes por
no haber previsto lo que podías dejar de hacer o no haber previsto
que podría salirte regular. Tan entrenado en reñirte, te riñes
hasta por lo que los demás no han hecho por si acaso ha sido culpa
tuya. Lo piensas y tienes razón. Te riñes porque tienes razón.
(Dices).
Eres
un experto en reñirte. Lo haces a menudo, todos los días. En alto
y, sobre todo, en silencio. Acompañado de la razón, de tu razón
que te lleva años diciéndote que lo haces bien, que has de reñirte
cuando no cumples. No aprendiste a “cumplir” queriéndote.
TAREA
PARA EL FIN DE SEMANA
Me
gusta llamar “Fin de semana” (“Finde” entre nosotros) a lo
que queda del resto de nuestras vidas. Aunque parezca largo, es
corto. Y hacerlo sinónimo de fin de semana lo hace más lúdico, mas
atractivo.
Cuando
quieras algo importante haz un PLAN. Después escríbelo, te ayudará
a visualizar mejor desde dónde partes, a dónde quieres ir y qué
camino vas a elegir. Felicítate nada más haberlo garabateado, es un
avance dedicar tiempo a pensar así.
Vamos
a entrenarnos en felicitarnos. En felicitarnos mucho. A menudo. Todos
los días. Por lo que has hecho, por lo que has previsto, por lo que
has intuido, por lo que has dejado de hacer. Sí, también, sé sabio
y aprende a valorar cuándo es adaptativo dejar de hacer. Valora el
proceso más que el resultado Vivir es más caminar que llegar.
Planificar es también caminar. Quiérete.
Sé
tu amigo. Tu mejor amigo. Dítelo (ahora que todavía estás vivo).