sábado, 5 de marzo de 2016

Escuchar y empatizar (II)




Cuando acompañamos a alguien que ha perdido un ser querido, cuando nos acompañan a nosotros, podemos entender, sentirnos entendidos sólo con un abrazo.

Cuando tenemos un problema podemos sentirnos entendidos por aquel al que se lo contamos, simplemente porque pone interés en entendernos y nos parece que se da cuenta de cómo y cuánto estamos sintiendo con ese problema. A veces somos conscientes de que no ha vivido lo que yo estoy viviendo y no puede saber cómo me estoy sintiendo, pero si percibo su interés, su deseo de querer entenderme realmente, ya casi me siento entendido.

Por tanto la empatía tiene mucho que ver con la disposición a querer entender, no solo con el ser capaz de entender.


Empatizar: entender lo que el otro siente, trasmitirle que lo entendemos. Hacerlo de tal forma que él se de cuenta de que lo estamos entendiendo. A veces, no hace falta ni hablar, basta con estar ahí, con un abrazo, con un gesto, con un mimo. Y él, ella, puede sentir que le entendemos.

Cuando lo hacemos con otra idea diferente a que él se siente entendido, con idea de cumplir con algo social, con un compromiso, con idea de simular que nos importa lo que nos dice, es probable que sienta que no le entendemos.

Empatizar no es dar soluciones, a veces ni las hay. No es decirle qué ha de hacer. El que empatiza no es un consejero experto que sabe qué le conviene a los demás.

El que empatiza no juzga los sentimientos del otro, los acepta.

El que empatiza atiende y entiende. Sin más. Y entender lo que el otro siente no es sinónimo de estar de acuerdo con que sienta eso. Nada tiene que ver.


Empatizar también es un regalo, como la escucha. Si algo vibra con fuerza entre dos seres humanos es cómo cada uno siente que el otro le entiende. No es fácil.

Requiere disposición auténtica, genuina, de querer empatizar de querer entender lo que el otro siente.

No hay fórmulas para empatizar. A veces le preguntamos sobre cómo se siente, lo hacemos para que, si quiere, hable de ello y si no quiere, también empatizamos entendiendo que no desea hablar. Otras veces basta con un abrazo como hacemos en el funeral del amigo que ha perdido a su ser querido.

Sabemos si estamos empatizando porque nosotros sentimos que lo hacemos y él siente que lo hemos hecho, esa es la clave.

Empatizar también es una opción. Es un regalo grande para el ser humano entender y sentirse entendido. Va en las dos direcciones.

Si escuchar y empatizar hacen tanto bien a quienes lo reciben, ¿cómo es que lo recibimos tan poco? ¿No sentís con frecuencia estar rodeados de personas a las que, siendo verdad que le importáis, les cuesta entenderos? ¿No tenéis la sensación de que muchos de vuestros sentimientos son juzgados nada más aparecer?

¿Y lo frecuente que es que os digan lo que tenéis que hacer, lo que os conviene, lo que estáis haciendo mal, lo que harían ellos en vuestro lugar, lo que se hace en estos casos.... sin antes haberse ni enterado ni interesado por cómo os sentís?

Mucho de mis pacientes me dijeron que no se sienten escuchados ni entendidos. Pocos me pidieron ayuda para aprender a escuchar y a empatizar mejor. Quizá ahí este la clave: creemos, no sólo que lo hacemos, sino que lo hacemos bien.


Tarea para el fin de semana: practica empatizar con alguien cercano. Recuerda que tu objetivo, tu idea, es entender qué siente y trasmitirle que lo entiendes. Haz solo eso, no le des consejos ni soluciones, salvo que expresamente te las pida. Por supuesto, ni lo juzgues ni lo critiques.

Te propongo que lo hagas durante cinco minutos seguidos y luego comentes la experiencia, con él-ella y con nosotros.



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