El
cerebro
Nuestro
cerebro hace las cosas por alguna razón, aunque, a veces, saber a
qué responde aquello que hacemos sea difícil de averiguar. Incluso
puede que no lleguemos a saberlo. Conocer por qué hacemos lo que
hacemos nos ayuda a entendernos y aceptarnos.
Aproximarnos
a ese conocimiento de nosotros requiere reflexión y conocimiento del
cerebro en general.
Algo
que nos puede servir para esta aproximación es contrastar nuestro
cerebro con el de los demás, hablar entre nosotros de lo que
entendemos, de lo que no entendemos, de lo que creemos que hace que
actuemos de tal o cual forma.
Y
comprobar así que somos bastante “normales”.
El
psicólogo
Cuando,
como psicólogo, estás ante alguien en una consulta dedicas tiempo y
esfuerzo a entender el funcionamiento de su cerebro. No tanto a
cuáles son las reacciones químicas que lo mueven, sino a enlazar su
historia vital, el significado que le da a las cosas, sus creencias,
sus deseos, sus necesidades, para hacerte así una idea lo más
aproximada posible de su cabeza, para tener una “teoría de su
mente”.
Este
hacer no lleva juicios de valor, ni morales, no hay calificaciones en
términos de bueno o malo.
No
es para aceptarlo o rechazarlo. Es para entenderlo.
Solo
nos aproxima al conocimiento de cómo es, a qué razones o
experiencias responde ese ser, lo que le mueve, lo que le atrapa.
Requiere
su aceptación incondicional de él- Y desde ahí trabajamos en
ayudarle a ver, a entender y a, si quiere, cambiar para adaptarse
mejor, tener más equilibrio.
Tú
Como
amigos, como padres, como hijos, como hermanos, como compañeros de
trabajo o compañeros de vida, podemos trabajar de esta forma en ese
entorno inmediato que nos importa. No necesitamos grandes
conocimientos del funcionamiento del cerebro humano, ni grandes
aptitudes de averiguación y relación de la información que lleva
dentro. Necesitamos querer hacerlo.
Todos
tenemos una teoría de la mente del otro, de cada uno de los otros
con los que nos relacionamos. A veces muy distante de la realidad
porque nuestras interpretaciones están hechas más desde cómo
debería ser que desde realmente cómo es.
Aproximarnos
a saber cómo funciona el cerebro de cada persona que nos importa
requiere no solamente observación y contrastar lo que vemos con lo
que nosotros hacemos. Requiere sobre todo preguntar, con la
intención de conocer, lo que hay en su cabeza. Lo que hay en su vida
que le lleva a hacer lo que hace, decir lo que dice, pensar como
piensa.... ser como es.
Algunos
errores
El
primero y mayor error que cometemos, error que nos aleja de este
entender, es que con pocos datos ya hacemos una teoría que
se aproxima más a un juicio moral que a una definición de su
comportamiento. Somos atrevidos a la hora de opinar de los
demás. No estamos preparados para decir “no lo entiendo”. O, al
menos, no lo entiendo todavía.
El
segundo gran error, es que lo que vamos observando y viendo de ese
otro que decimos nos importa, lo vamos filtrando para que se
ajuste a nuestra teoría inicial. Somos poco
flexibles para modificar nuestras interpretaciones. No estamos
preparados para encajar nuevos datos que rompan nuestra idea de su
mente.
Otra
error que nos dificulta este entender, es el no preguntar al otro
sobre sus pensamientos, sus emociones, sobre lo que hace y no hace.
Unas veces porque la prisa y las ocupaciones “no dejan hueco”,
otras porque “a ver si le molesta” otras porque “a mí nadie me
pregunta” y la mayoría porque “ya sé lo que me va a
responder”. No estamos
preparados para ver la gran rentabilidad que tiene
preguntar con intención de
querer saber de verdad.
Vivir
en la ignorancia sobre el otro, o peor, en el error, nos llevará
a más conflictos en nuestras relaciones porque le estamos
hablando a alguien diferente al que cerremos que le estamos hablando.
Ese otro, es, piensa, siente, hace distinto y por distintas razones a
los que yo creo. A veces mi idea se aproxima, a veces ni eso. Y si no
la contrasto, seguiré sin mejorar mi capacidad de conocer mejor.
Y
algunos aciertos
Siempre
hablo de la práctica y, si
en algún sitio cabe más que en otro, es aquí.
Practicar
querer entender requiere pocas cosas:
1.
Querer entender,
2.
Ensayar a preguntar sin juzgar,
3.
Después, aceptar “su mente” y
4.
Obrar en consecuencia no gastando demasiadas energías en querer
cambiarle.
Casi
podríamos decir, que el no entender a quienes decimos que nos
importa, nace de la soberbia de creer saber suficiente.
Y
del atrevimiento de creernos conocedores de las razones y emociones
que mueven a los demás.
Pero
no lo vamos a decir, no es mi intención provocar, es más bien
acercar a ese querer entender a quien me importa.
Practicar
querer entender.
Buen
día a todos
Muy interesantes reflexiones que nos ayudan a entender y a entenderte. Por añadir algo, de otro modo no aería yo, pienso que también hay que asumir "la incoherencias", las nuestras y las ajenas. Un abrazo Manuel y sigue dejando que entendamos tu cerebro.
ResponderEliminarMuy interesantes reflexiones que nos ayudan a entender y a entenderte. Por añadir algo, de otro modo no aería yo, pienso que también hay que asumir "la incoherencias", las nuestras y las ajenas. Un abrazo Manuel y sigue dejando que entendamos tu cerebro.
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